En un curso de Periodismo para “Combatir la Violencia contra la Mujer”, los expositores proyectaron la película española “Te doy mis ojos”, que llamó mi atención porque, por primera vez, vi un hecho de la vida real plasmado en una producción cinematográfica que además toca la relación hombre mujer.
Para los periodistas, es común informar sobre casos de violencia familiar y feminicidios; una cruda realidad que es abordada en la película y que resulta siendo una llamada de atención debido a que se trata de un grave problema de salud pública y una violación de los derechos humanos de las mujeres.
Esta problemática la viven miles de mujeres que por razones sociales, económicas y religiosas, soportan el maltrato físico y psicológico de sus parejas con el argumento gastado de que no tienen cómo mantener a sus hijos e hijas, quienes, a su vez, se quedarían sin su padre, en nombre de una incierta seguridad económica, a cambio de una violencia recurrente.
Uno de los temas controvertidos que destacó de esta obra cinematográfica, es la actitud del agresor y su intento de querer cambiar su personalidad violenta con la ayuda de un psicólogo. Entonces surge la siguiente pregunta ¿es posible el cambio de actitud en varones que ejercen la violencia en su hogar?.
Esta producción cinematográfica que nos ocupa fue filmada en el año 2003, está ambientada en la época moderna. Narra la historia de Pilar y Antonio, una pareja de esposos con 9 años de casados y un hijo de 7 años, que viven en la ciudad española de Toledo.
Pilar cansada del maltrato de su esposo, huye en plena noche de su casa llevándose a su menor hijo en medio de la desesperación y nerviosismo como consecuencia de la violencia de su marido.
Ella busca refugio en la casa de su hermana e intenta rehacer su vida. Empieza a trabajar y esta nueva experiencia para ella, le permite conocer a otras mujeres. Antonio, su esposo, no acepta el abandono y busca recuperarla con regalos, promete cambiar y acude a la ayuda de un psicólogo.
A pesar de la oposición de su hermana, Pilar decide darle otra oportunidad y regresa a la casa con él, quien a pesar de sus esfuerzos por seguir los consejos de la terapia, continúa con su personalidad violenta e insegura y acaba desnudando y humillando públicamente en un balcón a su esposa, quien decide irse de la casa con su hijo dispuesta a comenzar una nueva vida.
Esta película nos permite identificar los aspectos psicológicos de la víctima y de su agresor. Entender que las personas no cambian de un momento otro. Así vemos que Pilar, después de varios años de vivir sumisa, aterrada y acostumbrada a sufrir los golpes físicos, insultos y humillaciones, decide alejarse de su esposo.
Son varios los motivos por los que las mujeres maltratadas soportan las agresiones físicas y psicológicas de sus parejas y en el caso de Pilar, en alguna medida, el aspecto económico fue una de las razones por las que soportó los vejámenes de su agresor, ya que después de alejarse de él y con la ayuda de su hermana, comienza a trabajar en un museo en Toledo.
Entonces, se produce un cambio en ella, supera sus temores, se siente útil y con la capacidad de desenvolverse en una nueva responsabilidad que no sea el de ama de casa, esto hace que descubra que hay esperanza para ella y para su hijo sin tener que depender económicamente de Antonio.
“Mediante la relación con sus compañeras de trabajo y, sobre todo, al adentrarse en el rico mundo de la pintura y sus significados, se da cuenta que hay esperanza, que hay una vida más allá de su hogar y que no está condenada a sufrir vejaciones y humillaciones.
Pilar consigue superar sus miedos, empieza a conocerse y a controlar las relaciones de poder a las que se había visto sometida por su marido y, mediante un proceso de liberación que le proporciona el arte, logra salir de su terrible matrimonio”.
Pilar consigue superar sus miedos, empieza a conocerse y a controlar las relaciones de poder a las que se había visto sometida por su marido y, mediante un proceso de liberación que le proporciona el arte, logra salir de su terrible matrimonio”.
El agresor con la mentalidad machista se había mostrado como dueño de ella, por ello realizaba las agresiones y llega en la trama argumental a desnudarla en su balcón frente a todos sus vecinos, inducido por los celos. Lejos queda esta experiencia para la nueva Pilar liberada de sus prejuicios y temores.
Volvemos al tema del maltrato por parte del agresor porque hay que pensar en las posibilidades de la capacidad de recuperación de los varones maltratadores a partir de terapias psicológicas.
En el Perú, funciona desde hace varios años, el Programa Hombres que Renuncian a su Violencia, promovida por un grupo de varones que buscan crear espacios de trabajo con y para hombres que quieren renunciar a su violencia.
Esta iniciativa sale desde la Universidad Peruana Cayetano Heredia, con el apoyo del Colectivo de Hombres por Relaciones Igualitarias A.C. de México. A través de este programa, se ha comprobado que es posible el cambio de actitud en varones que ejercen violencia física y psicológica en su hogar.
Esta iniciativa sale desde la Universidad Peruana Cayetano Heredia, con el apoyo del Colectivo de Hombres por Relaciones Igualitarias A.C. de México. A través de este programa, se ha comprobado que es posible el cambio de actitud en varones que ejercen violencia física y psicológica en su hogar.
Uno de los impulsores de este espacio, Miguel Ángel Ramos Padilla, sociólogo egresado de la Pontificia Universidad Católica del Perú, narra en su libro “Masculinidades y violencia conyugal”, experiencias de vida de hombres de sectores populares de Lima y Cusco que han logrado superar sus personalidades violentas y han reconstruido sus vidas junto a sus familias.
Hombres que como Antonio, utilizaron la violencia física al inicio de la relación como un recurso desesperado ante la necesidad de mantener su superioridad como consecuencia de sus inseguridades, miedos, celos, debilidades que los consume por dentro.
Hombres que como Antonio, utilizaron la violencia física al inicio de la relación como un recurso desesperado ante la necesidad de mantener su superioridad como consecuencia de sus inseguridades, miedos, celos, debilidades que los consume por dentro.
Hombres que a través de terapias específicas han reconocido que con la violencia no obtienen nada positivo, por el contrario, con sus comportamientos violentos ponen en riesgo la salud emocional y física de quienes viven con ellos (esposa, hijos e hijas) y que sin querer, también está formando potenciales futuros agresores que serán sus hijos impactados por el trauma de la violencia, por lo que siendo adultos considerarán como natural el ejercicio de la violencia en contra de la mujer.
Estos hombre cuentan, por su experiencia, que han comprendido que es mejor mantener una relación armónica libre de violencia basada en la comunicación, la confianza, el respeto y el amor, lo que no quiere decir que no haya discrepancias, pero que estas deben ser solucionadas en el marco de una buena relación.
“El ciclo de la violencia que José instaura con su esposa, es exactamente igual y con los mismos motivos que el que ejercía su padre respecto a su madre.
A pesar de rechazar cuando niño esas actitudes paternas, porque le causaban un profundo dolor, aprendió que esa era la forma de someter a las mujeres y que en ese ejercicio se jugaba su identidad como varón.
Él percibe que es una especie de contrapunto de poderes, y que si no es él quien se impone, ella lo hará, y no puede permitirlo, pues aparecer como el “pisado”, “el que se deja mangonear”, sería estar devaluado como hombre, y como en la pugna entre adolescentes, ser pasto de la burla de los demás.
Sin embargo, tiene pensamientos contradictorios y sentimientos encontrados porque piensa, por un lado, que no está bien pegar a una mujer recordando la experiencia entre sus padres, pero por otro, considera que es su deber imponerse, corregir a su pareja.
Por otro lado, también es evidente en esta experiencia que es posible avanzar en el cambio de los roles tradicionales de género, como es la mayor participación de los hombres en los quehaceres domésticos, y quedar incólume el ejercicio del poder, que es la esencia misma de la desigualdad de género".
En la película “Te doy mis ojos” no se ve los antecedentes de Antonio que ayuden a entender los motivos de su personalidad violenta, esto no es importante para Antonio Ramírez, quien a través de su publicación “La construcción de la masculinidad y sus relaciones con la violencia hacia las mujeres”, considera que es más importante la violencia que el hombre comete, ya que es muy fácil culpar a su infancia o problemas psicológicos para justificar su conducta violenta.
El hecho de que los hombres renuncian a su violencia, no implica que también hayan renunciado a los privilegios de igualdad que puede ser ejercida sin tener que recurrir a la violencia y esto es un riesgo de los programas de atención a la violencia de los varones que creen que al atender al individuo se cambia a la cultura, a la institución patriarcal y la ideología masculina.
No obstante, estos programas han generado resultados positivos en el objetivo de disminuir las estadísticas de violencia contra la mujer y feminicidios considerando que un último informe del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) revela que el 37,2% de peruanas ha sufrido agresión física o sexual de sus parejas.
Según la última evaluación del Ministerio Público, 6 de cada 10 víctimas de violencia doméstica no acuden a las autoridades por temor a represalias. El último estudio del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP), revela que las mujeres más vulnerables a feminicidios son jóvenes de entre 18 y 35 años.
El Observatorio de la Criminalidad del Ministerio Público revela que desde el 2009 hasta el 2013, unas 573 mujeres han sido víctimas de feminicidio en el país, siendo las regiones de Lima, Junín, Ayacucho, Arequipa y Áncash con mayores índices de asesinatos de mujeres.
Según un informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), publicado en el 2012, el Perú ocupa el tercer lugar entre 12 países con mayores índices de violencia contra la mujer. Solo estamos por debajo de Bolivia y Colombia. La violencia familiar es un mal social de una cultura machista.
Según un informe de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), publicado en el 2012, el Perú ocupa el tercer lugar entre 12 países con mayores índices de violencia contra la mujer. Solo estamos por debajo de Bolivia y Colombia. La violencia familiar es un mal social de una cultura machista.
En el Perú la crianza de los hijos debe cambiar para cambiar a los hombres, normalmente en la
mayor parte de las familias se cría a hijos machos que deben ser fuertes para proteger a la mujer.
Pero el ejemplo que reciben los niños en las familias es que sus padres ejercen violencia familiar y esta conducta se reproduce cuando son adultos.
Es necesario entender que la violencia también se aprende y es un proceso largo que cuando empieza en el hogar que es la primera escuela de la vida, entonces se convierte en una práctica que se arraiga como una práctica social.
A esta problemática tenemos que agregar que los medios de comunicación, en especial la televisión, reproducen escenas de violencia familiar, tal vez, con la intención de condenarla, pero los procesos de comunicación son tan complejos que las imágenes difundidas, en una sociedad con poca conciencia crítica pueden causar el efecto contrario.
A esta problemática tenemos que agregar que los medios de comunicación, en especial la televisión, reproducen escenas de violencia familiar, tal vez, con la intención de condenarla, pero los procesos de comunicación son tan complejos que las imágenes difundidas, en una sociedad con poca conciencia crítica pueden causar el efecto contrario.
Más aún cuando lo que importa al medio es el rating y no hay un propósito educativo.
Es necesario entender que la violencia hacia la mujer es una práctica que resulta del entorno social y que cuando como sociedad se la valida no tiene cuando terminar y se convierte en una práctica cultural, lo que hace que el cambio sea aún más difícil.
La educación formal tiene el reto de ir erradicando esta conducta de violencia hacia la mujer, pero debe ser consciente que se enfrenta a otros procesos educativos constituidos por el entorno y esos contenidos son contrarios a su prédica de equidad de género, y por ello, las políticas de estado deben profundizarse en torno a este cambio que requiere la sociedad.
¿Es posible que los varones que ejercen la violencia familiar cambien de actitud¬?.
Siempre es posible, pero es una acción que durará varias generaciones y requiere una profundización de su tratamiento en los procesos educativos tanto en la escuela, los medios de comunicación, el hogar y la sociedad en general.
“Los hombres violentos no pueden controlar sus sentimientos, pero deben controlar su forma de expresarlos aplicando la “técnica del retiro” (me retiro de ese ambiente para tranquilizarme.
Los primeros días fueron difíciles porque no quería entender que el problema era yo que seguía agresivo.
No obstante, poco a poco con charlas y poniendo en práctica las recomendaciones de los especialistas fui controlando mi actitud violenta”, dice Luis Miguel, quien asistió al programa “Hombres que renuncian a su violencia”.
La película “Te doy mis ojos”, es un paso importante en la lucha por disminuir la violencia contra la mujer y pone en evidencia un problema que requiere un mayor análisis y difusión.
Las mujeres víctimas de violencia física y psicológica, que han visto esta producción cinematográfica, se han identificado con el problema de Pilar, tal vez, hayan sido motivadas para seguir su ejemplo, el de abandonar a su agresor por el bien de su salud física y emocional y la de sus hijos e hijas.
Esta película, su directora, guionista y sus principales actores han recibido, por lo general, buenas críticas por considerarla una producción que pone en tapete el tema de la violencia contra la mujer, un problema social que se vive en todas partes del mundo y que resulta siendo una llamada de atención ante la indiferencia de la sociedad frente a las crecientes estadísticas de violencia familiar.
El personaje femenino de esta historia, fue interpretado por la actriz española, Laia Marull, quien por su interpretación tan realista, fue premiada por su trabajo al igual que su colega, Luis Tosar, quien hace el papel de Antonio.
El cine es un buen vehículo de cambio social y de generar una cultura de Paz, mucho depende de comprender el uso beneficioso del arte a favor del bien común.
BIBLIOGRAFIA:
1.- (Organización Mundial de la Salud).
2.-http://es.wikipedia.org/wiki/Te_doy_mis_ojos
3.-http://www.lehman.cuny.edu/ciberletras/v19/gonzalezdelpozonuevo.html)
4.- http://hombressinviolencia.org/
5.- RAMÍREZ Antonio.; “La construcción de la masculinidad y sus relaciones con La violencia hacia las mujeres”.
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5.- RAMÍREZ Antonio.; “La construcción de la masculinidad y sus relaciones con La violencia hacia las mujeres”.
6.- GARDA Roberto.; Complejidad e intimidad en la violencia de los hombres.
Reflexiones en torno al poder, el habla y la violencia hacia las mujeres).
7.- RAMOS PADILLA Miguel Angel. 2005; “Masculinidades y Violencia Conyugal”.
8.-(http://elcomercio.pe/lima/sucesos/feminicidios-aumentan-mujer-asesinada- cada-semana-capital_1-noticia-1664601).
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9.- IDEAL Revista Nro. 1 (2011); publicación de actualidad, política, cultura y
sociedad.
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